PIEZA DEL MES
Martillos de reflejos.
Así define este sencillo instrumento nuestro “Diccionario de Términos Médicos”: Instrumento utilizado en la exploración neurológica para desencadenar reflejos tendinosos al percutir en las zonas adecuadas. Consta de un mango metálico y de una cabeza toda ella de goma o metálica, pero con goma en sus extremos o en su superficie. Existen modelos variados y muchos de ellos se acompañan de una aguja y un pincel, que van ocultos en el mango, para explorar la sensibilidad dolorosa y táctil, así como los reflejos cutáneos o superficiales.
Como muy bien recoge el Prof. Manuel Díaz-Rubio en su excelente libro “Las Máquinas de diagnosticar y sus inventores”, fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando se hicieron patentes las aportaciones relacionadas con la exploración de los reflejos osteotendinosos. Si bien las primeras exploraciones de los reflejos rotulianos fueron realizadas por el golpeo directo con los dedos, en 1888 se incorporaría un martillo, propuesta realizada por John Madison Taylor, si bien su invento pesaba 200 gramos y hubo que trabajar en diseñar algún otro más liviano.
Especial atención merece Joseph Jules François Félix Babinski (1857-1932), discípulo de Jean.Martin Charcot, gran clínico y autor de alguna tan emblemática, en lo que tratamos ahora, como “Réflexes Tendineux & Réflexes Osseux”, donde hace constar dos tipos de martillos, uno de los cuales tenía una cabeza circular rodeada de una goma, perpendicular al mango.
Aunque hoy en día la exploración clínica sufre un detrimento pues las pruebas de imagen han ganado terreno de forma exponencial en el campo del diagnóstico, el buen clínico debe saber explorar con método y rigor, y este sencillo instrumento sigue siendo imprescindible para abordar la exploración neurológica. Bien conocida es la exploración del reflejo rotuliano, que ha sido objeto de tantas representaciones incluso jocosas del médico, pero su uso no es menos importante en la exploración de los reflejos bicipital, tricipital, cúbito-pronador, estilo-radial y aquíleo.
En este número presentamos varios modelos pertenecientes al MMIM que mediante compra o donación han ido formando parte de sus fondos y que tienen un lugar destacado en el apartado dedicado al “Diagnóstico”.
MI DONACIÓN
Aparato para neumotórax.
El Prof. Luis Pablo Rodríguez Rodríguez ha realizado una importante donación al MMIM, del que es Director Académico. Se trata de una aparato destinado al tratamiento de la Tuberculosis pulmonar mediante colapsoterapia de una parte del mismo.
Antes de la aparición de la Estreptomicina, primer antibiótico eficaz frente al Mycobacterium Tuberculosis, descubierta por Selman Abraham Waksman, hubo varios intentos terapéuticos, muy dispares, para terminar con esta plaga, amén de curas de reposo en los sanatorios tuberculosos en zonas montañosas soleadas, caso paradigmático es el descrito en “La montaña mágica” de Thomas Mann.
Uno de los tratamientos propuestos fue la colapsoterapia pulmonar mediante neumotórax. Consistía en la introducción de aire en la caja torácica a través de una incisión externa, lo cual provocaría un cierre de la llamada “úlcera ptísica” , lo cual fue propuesto por Bavligi en la temprana fecha de 1696, aunque no hay evidencia de que lo intentara. James Carson experimentó en conejos antes de realizarlo en humanos, lo cual efectuó en 1822. Más allá de estas remotas referencias, la colapsoterapia aparece unida al médico milanés Carlo Forlanini, profesor en Pavía, que en 1882 publicó un trabajo defendiendo las ventajas del neumotórax frente a la ablación, aunque desde la teoría. En 1894 presentó en el transcurso del XI Congreso Médico Internacional celebrado en Roma varios casos tratados con neumotórax artificial, de su casuística, y expuso la técnica empleada. En 1925 publicó los resultados de un grupo de 25 enfermos tratados desde 1895, entrando en polémica con el norteamericano John Benjamin Murphy que, sin conocer la técnica de Forlanini anunciaba en 1898 cómo había llegado a colapsar los pulmones afectados de tuberculosis por un neumotórax artificial que controlaba con Rayos X.
El aparato donado –conocemos uno similar, de distinto fabricante, que hemos visitado recientemente en el Science Museum of London- se contiene en una caja de madera transportable mediante un asa superior bajo la cual consta una placa metálica de la casa fabricante: “Allen & Hanburys Ltd. London”.
Levantada la tapa se abre una puerta con llave que muestra el sencillo dispositivo: a izquierda una bomba metálica de presión positiva que conecta con una llave de paso, a su vez conectada con la esfera que indica la medición de la presión. De ésta sale una goma que se recoge en la tapa de la caja, a cuyo lado se ubican tres cánulas iguales que son los que se introducirían en el espacio pleural una vez practicada la incisión intercostal.
Generalmente se aplicaba una vez a la semana y por un periodo mínimo de cuatro años, lo cual permitía incluso una vida “normal”, hasta en lo laboral.
MADRID, MUSEO DE LA MEDICINA
Ninguna otra ciudad del mundo vive una feria taurina con la categoría que lo hace Madrid, alrededor de la festividad de la Villa y Corte en la figura de su patrón San Isidro. Hasta 32 festejos se han celebrado este año. Durante un mes, pues, cada tarde pululan alrededor de la plaza un sinnúmero de gentes (aficionados, curiosos, turistas, profesionales…) que observan todo cuanto acontece alrededor de la Fiesta.
No son pocos los que se detienen ante el monumento dedicado a una figura que devino en seguida en legendaria en la historia de la medicina: Alexander Fleming.
La composición es bien sencilla: un torero, inmortalizado en el momento de realizar el brindis de la muerte del toro como corresponde a la liturgia, esto es, los pies juntos, la muleta doblada sobre el antebrazo izquierdo, la montera en la otra mano apuntando al homenajeado. Frente a este, un prisma cuadrangular de granito soporta la escultura, en bronce, de medio cuerpo del célebre médico, vestido con chaqueta y corbata de pajarita. Con su mano izquierda sujeta un libro en posición vertical, delante de él la mano izquierda porta una planta. En el frontal de la base se lee en letras mayúsculas: “Al Dr. Fleming en agradecimiento de los toreros. 14 mayo 1964”. Ésta es la fecha de su inauguración. A ambos lados, algo lejanos, dos pares de cipreses custodian el conjunto. Los toreros agradecían al sabio su descubrimiento de la penicilina en 1928, que tantas vidas salvó entre los de su gremio a consecuencia de las heridas sufridas durante la lidia, con sus complicaciones infecciosas.
El monumento se puede ver ahora junto a la pared del recinto próximo a la plaza de las Ventas, en el lado oeste, pero inicialmente estuvo frente a la puerta grande del coso. Tiene su origen en la iniciativa del Conde de Mayalde, Alcalde de Madrid, quien en 1955 propuso que se homenajeara permanentemente al científico. Por fin, casi una década después, el 26 de febrero de 1963, se abrió una suscripción popular por parte del Montepío de Toreros y de la Asociación Benéfica de Toreros, encargándose la obra al escultor nacido en Vicálvaro Emilio Laíz Campos. Mayalde fue asimismo el encargado de inaugurar el monumento, no obstante fue el Alcalde de Madrid entre los años de 1952 y 1965.
En 1948 Sir Alexander Fleming visitó España durante dos semanas. En la capital fue distinguido como doctor honoris causa por la Universidad Central. El 13 de junio visitó la sede de la Real Academia Nacional de Medicina, donde recibió el nombramiento de Académico de honor extranjero (ver imagen inferior).