PIEZA DEL MES
Escarificadores.
Cuenta nuestro museo entre sus fondos con estos ingeniosos dispositivos, de notable atractivo visual, destinados a la realización de una de las prácticas más antiguas en la medicina occidental: la sangría. Según uno u otro modelo, el resultado viene a ser el mismo: en la parte inferior del artilugio aparecen unas finas cuchillas que producen en la piel sendos cortes a través de los cuales brota la sangre proveniente de las lesiones venosas superficiales. Con ello se conseguía el postulado hipocrático de evacuar los humores que, por su exceso, estaban causando determinadas enfermedades.
Suelen datar del siglo XIX, lo cual ratifica la pervivencia de esta práctica a lo largo de la historia de la medicina, desechándose finalmente en el siglo pasado.
El primero, de forma cúbica y guardado en caja a medida, data de aproximadamente 1825, y fue fabricado por la casa W&H. HUTCHISON. Sheffieldp. Consta en la parte inferior de 12 pequeñas cuchillas circulares que emergen por acción de la palanca superior, una vez se ha puesto dicha cara sobre la superficie a escarificar.
El segundo, plateado, es de dimensiones más reducidas que el anterior, pero en todo lo demás superponible. Forma parte de una completa caja de ventosas para este fin.
El tercero, circular, data de la misma época y se acciona con una palomilla superior mientras un botón lateral facilita la salida de otra docena de cuchillas que producirán el corte y el sangrado. Es de la casa Collins & Co.
En todos los casos casos, una vez producida la hemorragia se aplica una ventosa para favorcer ésta por succión.
MI DONACIÓN
Lavabo sanitario.
El doctor Manuel Ortiz Aguilar, especialista en Cirugía General y del Aparato digestivo, ha hecho donación de un labavo de mediados del siglo pasado, que consiste en una fina torre metálica con una anilla en el centro de la cual va colocada la cubeta para recibir el agua del depósito. En la parte superior, va colocado éste, de vidrio, para albergar el alcohol y en la base se encuentra otro depósito para dejar caer los restos una vez lavadas las manos. Faltaría el tubo de caucho o goma que iría conectado al depósito superior.
El MMIM muestra su agradecimiento público al Dr. Ortiz Aguilar pues no es la primera vez que dona instrumental, generalmente de su especialidad, que viene a enriquecer nuestros fondos.
MADRID, MUSEO DE LA MEDICINA
Florestán Aguilar.
Traemos hoy a esta sección la figura de don Florestán Aguilar, tras cuyo rastro van apareciendo obras artísticas de primera importancia, dignas de búsqueda para su contemplación, en consonancia con la trascendencia de la obra del mencionado Aguilar, que fue miembro de número de esta Real Academia Nacional de Medicina.
Definitivamente, Florestán Aguilar fue la figura clave para que el Arte Dental adquiriera en nuestro país categoría universitaria. Formado en los EE.UU., en el Philadelphia Dental College, regresó a España para instalarse en Cádiz si bien en muy poco tiempo pasó a Madrid, donde desarrollaría una importante carrera profesional, especialmente a raíz de su nombramiento como Dentista de la Real Casa. De esta relación vino la transformación del título vigente de “Cirujano-Dentista”, que se conseguía sin necesidad de estudios previos y tan sólo pasando un triple examen ante un tribunal a propósito en la Facultad de Medicina de la Universidad central, en el de “Odontólogo”, mediante R.O. de 21 de marzo de 1901. Tuvo mucho que ver en este logro la intercesión de la Reina Regente María Cristina ante su Gobierno para que se dispusieran los estudios universitarios de la dentistería como en otros muchos países.
Implicado en la vida social del país, fue Secretario de la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria, cargo que fue definitivo para el diseño de un triángulo sanitario en la actual plaza Ramón y Cajal, cuyos vértices quedaron constituidos por las Facultades universitarias de Medicina, Farmacia y Odontología. En esta última sería catedrático en la asignatura del mismo nombre y también llegaría a ser designado Comisario regio en la misma. Gozó de todo tipo de distinciones profesionales y de reconocimientos civiles, como el Vizcondado que le otorgó su amigo, el Rey Alfonso XIII. A nivel internacional, si bien recibió varios doctorados “honoris causa” en universidades de todo el mundo, el galardó más importante fue el “Premio Miller”, instituido por la Federación Dental Internacional, de la que también fue su presidente.
Florestán Aguilar vivió el resto de sus días en la capital del reino. Acabó instalándose en el formidable Palacio Longoria –actual sede de la SGAE- donde dispuso de vivienda, industria, clínica y dependencias propias de otros muchos palacios de la nobleza de su tiempo. Albergó asimismo una biblioteca que en la actualidad se considera el fondo bibliográfico odontológico antiguo más importante del mundo y que se conserva, adaptada a un nuevo espacio pero con ambientación de su época, en la Facultad de Odontología de la UCM.
Florestán Aguilar ingresó el 7 de junio de 1933 como miembro de número de la Real Academia Nacional de Medicina el con el discurso titulado Origen castellano del prognatismo en las dinastías que reinaron en Europa, convirtiéndose así en el primer académico que ocupaba un sillón dedicado a la especialidad odontológica. En este momento sufría importantes daños visuales por lo que hubo de leer su discurso el Académico Dr. Vicente Gimeno. Fallecía Aguilar apenas un año después, el 28 de noviembre de 1934.
Dos magníficos bustos suyos se conservan en la Facultad de Odontología de la Universidad Complutense, ambos, uno en mármol –izquierda- y otro en bronce –dcha-, son obras firmadas por Mariano Benlliure y muy dignas de contemplar.
Madrid le dedicó una calle, cuya placa original se conserva en la actualidad a la entrada de la misma y en los impares, así como la que se colocó inmediatamente debajo en nombre de los odontólogos españoles el día 23 de abril de 1951, conmemorando el 50 aniversario de la creación del título de “Odontólogo”.
Esta calle forma uno de los tres lados del triángulo que delimita el parque “Eva Duarte de Perón”, siendo los otros dos lados sendos tramos de las calles de Francisco Silvela y del Dr. Mariano Gómez Ulla, las cuales convergen en la plaza de Manuel Becerra.
NOTICIAS
Exposición “Cromosomas”, de Emilia Azcárate
Frente al edificio de la Real Academia Nacional de Medicina de España, calle Arrieta, 17, se encuentra la galería TIEMPOS MODERNOS, una de las más prestigiosas de la capital en arte vanguardista, que este año cumple su treinta aniversario, y mantiene un calendario de exposiciones constante a lo largo del año.
El 12 de septiembre, y hasta primeros de noviembre, se expuso la muestra “Cromosomas”, de la pintora venezolana Emilia Azcárate, de la que traemos algunas imágenes por su curiosa vinculación con la Medicina desde una óptica artística, cuya presentación respetamos en su integridad, transcribiéndola para apreciar así el punto de vista de un tema común, pero desde la orilla del artista:
En siglo XIX fue el tiempo clave para la genética. Entre los años 1856 y 1863 Gregor Mendel, un monje agustino austriaco cultivó, cruzó y probó cerca de 28 000 plantas de guisantes. Sus experimentos le llevaron a formular sus leyes de la herencia genética. Sus conclusiones se publicaron en 1885 y 1886. A mediados del siglo XIX, el botánico Karl Wilhelm había observado por primera vez los cromosomas en las células de las plantas. Entre 1879 y 1882 Walter Flemming realizó numerosos avances con sus experimentos. A finales del siglo XIX existía la certeza de que todos los seres vivos estaban constituidos por células con cromosomas -en distinto orden y número., pero las leyes de Mendel habían sido olvidadas y solamente a principios del siglo XX un grupo de científicos las redescubrió y confirmó.
La genética había dado un gran salto que aún hoy, dos siglos después, sigue conmoviendo a la humanidad.
Sobre este andamiaje fundamental, Emilia Azcárate ha construido Cromosomas, su nueva serie de pinturas. Hoy sabemos que somos lo que hemos heredado aunque luchamos desesperadamente por ser lo que nosotros mismos queremos. Esa es la idea que hay detrás de los cuadros de Azcárate. “Empecé a interesarme por el tema –dice la artista- hace tres años, durante el proceso de la investigación que hice sobre el mestizaje, para mis cuadros de la Pintura de Castas (trabajo que también se presentó en Tiempos Modernos). Inevitablemente fui evolucionando y terminé abordando el trabajo de los cromosomas porque es ahí donde reside y se almacena toda la información genética del individuo.
Pintura, evolución y herencia
La inspiración está clara y el nexo de unión entre las dos series, también. Sin embargo, en esta ocasión, Emilia Azcárate ha cambiado los colores planos de sus anteriores series para crear una gama infinita de matices, a partir de veladuras de los colores primarios y con el uso del color blanco. “No hay dos tonos iguales. Y es así –afirma la pintora- como defino la individualidad de cualquier ser humano y, en consecuencia, la individualidad, la originalidad, de cada uno de los cuadros. Los cromosomas –en la vida o en la pintura- dan origen a seres y a objetos únicos”. 23 pares de cromosomas, el ritmo y la repetición de un sistema establecido y la conciencia de que nadie es igual a otro.
Las obras de Emilia Azcárate tienen una fuerte personalidad; una personalidad única. La información genética, la duplicación, el número constate de cromosomas por especie… han servido a Emilia Azcárate para pintar su idea matemática. Los cuadros de la serie Cromosomas son obras que tienen la limpieza y la mirada directa que caracteriza a la autora, pero están teñidas de un halo de misterio que irrumpe en su obra. Así pues, en Cromosomas, Emilia Azcárate hace un retrato abstracto pero muy preciso, de lo que somos. Una obra misteriosa, entre la poesía de sus colores creados y la geometría de la vida.