PIEZA DEL MES
Cuando el gran cirujano francés Alfred Armand Louis Marie Velpeau dijera en 1839 aquello de evitar el dolor en las operaciones es una quimera que hoy por hoy no tenemos derecho a perseguir, no sabía que estaba cometiendo uno de los vaticinios más errados de la historia de la medicina. Desde décadas atrás se venía ensayando con distintos gases para ver cuál era el efecto de su inhalación en el cuerpo humano y el Óxido Nitroso, popularmente conocido como “Gas hilarante” o también “Gas de la risa” iba a tener un protagonismo especial pues tras su inhalación se producía una fase de anestesia seguida de un despertar eufórico, de ahí que se popularizara no en el quirófano sino en reuniones y fiestas, en las cuales la persona que las inhalaba alcanzaba una fase de desinhibición tal que era el hazmerreír del público sin que se diera cuenta de ello.
Tales demostraciones alcanzaron gran popularidad, pero bien cierto es que el dentista Horace Wells, apenas cinco años después de la “profecía” de Velpeau, intuyó que durante esa primera fase de anestesia se podrían realizar intervenciones indoloras, como así fue. Él mismo, tras contemplar una de esas demostraciones festivas, se dejó extraer una muela en su consulta por su ayudante John M. Riggs tras haber inhalado el Óxido Nitroso.
Posteriormente se incorporaron a esta línea otros compuestos como el Éter clorhídrico, que fue sustituido por el Éter sulfúrico, y el Cloroformo, que en muy pequeñas dosis, apenas unas gotas y de forma tentativa, se daban a inhalar al paciente mediante un simple procedimiento: la impregnación en una gasa y ésta a su vez se adaptaba a una sencilla estructura metálica con forma de máscara que abarcaba nariz y boca del paciente.
El MMIM ha ido incorporando toda esta serie de objetos con el fin de explicar, en la añorada sede permanente, la evolución de la Anestesia, que tanto liberó del estrés al paciente y al cirujano. Contamos ahora con una variedad de frascos de ambos compuestos, Cloroformo y Éter sulfúrico, en pequeños frascos y con sus dosificadores, no en vano su dispensación ha de ser cuidadosa pues en abundancia resulta tóxica. A ellos se unen algunas mascarillas para acoplar dichas gasas impregnadas. Aun en su sencillez, es uno de los capítulos más importantes de la historia de la cirugía cuyo mensaje expositivo es bien elocuente.
MI DONACIÓN
Retrato del Dr. Federico Rubio Galí
El pasado 15 de julio fue donado a la Real Academia Nacional de Medicina un retrato del Dr. Federico Rubio y Gali por su autor, el pintor Alejandro Cabeza, algunos de cuyos retratos de personajes históricos españoles lucen en importantes instituciones. Cabeza fue recibido por el Presidente de la RANM, Prof. Joaquín Poch Broto, quien agradeció la donación de la efigie del eminente médico que fuera miembro de la corporación.
MADRID, MUSEO DE LA MEDICINA
Federico Rubio y Gali
Existe en el Paseo de Camoens, en el Parque del Oeste, un monumento dedicado a la memoria del insigne Dr. Rubio y Gali, una de las figuras más emblemáticas de la medicina española del siglo XIX.
Esculpido por el artista Miguel Blay (1866-1936), asimismo autor del busto del Dr. Ángel Pulido que trajimos en el número anterior, el célebre doctor se encuentra en posición regia sentado en un sillón que se integra en el monumento, en retrato de madurez, a cuyos pies rezan las fechas de nacimiento y defunción de Rubio. Mientras, una madre con sus dos hijos, el pequeño en brazos, parecen ofrecer flores al médico en señal de gratitud. Este grupo escultórico familiar está realizado en bronce.
El monumento quedó en tal estado durante la guerra civil española, no en vano se encontraba en medio de dos frentes: el que defendía la posesión de la capital y el que quería ganarla, situación que se prolongó durante un largo tiempo y fruto del fuego cruzado quedó el grupo escultórico en tan lamentable estado. Todavía, en la parte posterior del monumento, pueden observarse algunos impactos de bala.
Federico Rubio y Galí nació en El Puerto de Santa María en 1827 y estudió la medicina en Cádiz. Muy pronto gozó de gran celebridad quirúrgica en Sevilla, donde era conocido como “el cirujano de los pobres”, y también muy pronto se inició en la lucha política conspirando contra el Gobierno de Narváez, teniendo que exiliarse en Londres, donde se formó con Ferguson. A su regreso es un consumado cirujano y realiza las primeras ovariectomía e histerectomía, destacando también otras resecciones pioneras como la nefrectomía y laringectomía.
Diputado a Cortes en 1869 se traslada a Madrid y durante el Gobierno de la I República es nombrado Embajador en Londres.
Creó la Escuela Libre de Medicina y Cirugía en Sevilla y el Instituto de Terapéutica Operatoria en el Hospital de la Princesa madrileño, siendo su gran referencia el Instituto Rubio.
Ingresó en la Real Academia Nacional de Medicina como Académico de número el 31 de mayo de 1874, con el discurso Cómo deben prevenirse las hemorragias en los actos quirúrgicos. Falleció el 31 de agosto de 1902 y su nombre consta también en el callejero de Madrid.
NOTICIAS
Con la asistencia de María Nagore, Vicerrectora de Extensión Universitaria, Cultura y Deporte de la Universidad Complutense de Madrid –a la izquierda en la imagen-, se clausuró el pasado 2 de junio en el Ateneo de Madrid el ciclo dedicado a los “Museos Sanitarios de la UCM”, coordinado por el Dr. Luis Conde-Salazar, director del Museo Olavide, y en el que participó el Dr. Javier Sanz, director del Museo de la Facultad de Odontología y director técnico del MMIM.
Este ciclo, más allá de dar a conocer el patrimonio de la UCM en lo referente a la museología de las Ciencias de la Salud, ha puesto en común diferentes estrategias de organización, exposición y promoción de repertorios de muy similares características y ha sido seguido con interés por un buen número de asistentes.