Medicamentos de papel, hojalata y cartón

Información y publicidad médico-farmacéutica

Al comenzar la industrialización de las especialidades farmacéuticas, en la España de mediados del siglo XIX, no existía la estricta legislación actual. Si hoy sólo se pueden publicitar especialidades farmacéuticas para síntomas menores, entonces se hizo publicidad de todo, sin criterios legales ni éticos, y dirigida indistintamente a médicos, farmacéuticos y público en general.

Y para ello se empleó cualquier cosa: figuras masculinas, femeninas, niños, la religión, la política, los deportes, las guerras, la historia, testimonios de eficacia… y, evidentemente, la Ciencia, la Medicina y a los médicos. Asimismo, se contó con la colaboración de destacados pintores españoles como Josep Renau, Gaspar Camps i Junyent o Carlos Sáenz de Tejada y se utilizaron los más variados soportes.

Si el conocimiento del desarrollo de la Medicina y de los fármacos es imprescindible para establecer los anhelos, respecto a la salud individual y colectiva, en una época determinada, estos reclamos de arte menor, perecedero y popular, expresan no sólo eso, sino también el nivel cultural, científico y las modas, de la gran mayoría de la población en un momento dado.

Hemos elegido, de nuestra colección, una pequeña muestra de temas curiosos, más aún para la sensibilidad actual.

Dado lo sucinto de la misma, la hemos circunscrito a alguna pincelada sobre la política, la religión y los niños, temas a los que dedicamos tres paneles. Otros tres a los médicos, como protagonistas de la misma, y a algunas prescripciones especialmente chocantes en la actualidad, como las anfetaminas, los esteroides, la cocaína, la relación entre el tabaco y la salud, el vino… Añadimos algunos envases de medicamentos relacionados en cartón, hojalata litografiada o empapelada y baquelita, más algunos objetos curiosos.

Coleccionismo e Historia

Muchos historiadores, a partir del positivismo, suelen caer en el vicio, no siempre secreto, del coleccionismo. El historiador busca la verdad; emplea un método de investigación; unas fuentes bibliográficas o manuscritas y trata de contribuir al esclarecimiento de las formas de vivir y pensar de los ciudadanos en un momento dado.

Si el historiador ha de tender a ser un erudito, un científico y por tanto un individuo riguroso, el coleccionista es todo lo contrario.

A partir de una colección no se puede intentar conocer la verdad, sólo la anécdota. Quien colecciona, recopila cuanto cae en sus manos. Como el cazador que sale al alba tras las piezas, no pretende comprender a los conejos, al modo de los zoólogos, sólo disfruta del campo, de los perros y, si se tercia, trae alguna pieza en el morral para el almuerzo.

¿Cómo cae un historiador en el pecado del coleccionismo? En muchas ocasiones, al observar la desidia respecto al pasado de sus conciudadanos; en otras por pura tradición. En nuestro caso, quien esto escribe es miembro de una larga saga de boticarios, pero él es un boticario de letras, que jamás ha ejercido la profesión como suele ser habitual. Además, es director de un magnífico museo en la Facultad de Farmacia de la UCM, para cuyo mantenimiento carece en absoluto de presupuesto. El creador del mismo, Rafael Folch, académico de ésta casa, era un “rastrero” consumado. Su hijo, y maestro mío, Guillermo Folch, un coleccionista de altos vuelos, habitual de anticuarios y subastas.

He tenido la suerte de que mi esposa, la copropietaria de la colección, sea pintora y restauradora, con lo cual algunas piezas impresentables han pasado a formar parte de la misma; de otra manera, habría sido económicamente inviable.

Los materiales expuestos, excepto lo heredado de la familia, provienen de mercadillos de toda España, de Europa y de algunas otras partes del mundo. Muchos de ellos, desdichadamente, de la herencia no querida de multitud de médicos, cuyos herederos se deshacen de sus bibliotecas sin el menor reparo hacia la memoria de quienes pacientemente las formaron en vida, y acaban entre la morralla de aluvión de los mercadillos.

Esta muestra, debida a la generosa iniciativa de D. Manuel Díaz Rubio, Presidente de esta casa y picado también del sarpullido del coleccionismo y de la fiebre de la Historia, pretende hacerles pasar un rato agradable y animarles a conservar y recuperar estas obrillas menores, efímeras, volanderas, en las que se posaron los ojos de nuestros padres o los nuestros de niños, con esperanza, ilusión o curiosidad.

Excmo. Sr. D. Javier Puerto
Académico de Número de la Real Academia Nacional de Farmacia

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