En 1892 Santiago Ramón y Cajal deja la Universidad de Barcelona después de haber obtenido por oposición la cátedra de “Histología e Histoquímica normal y Anatomía patológica” en la Facultad de Medicina de la Universidad Central y se instala, definitivamente, en la capital del reino, donde va a permanecer hasta el día de su fallecimiento, acaecido el 17 de octubre de 1934. Nunca vivió tanto tiempo, más de la mitad de su vida, en ninguna otra ciudad. Cajal se incorpora a la vida madrileña y da prioridad a su labor docente e investigadora, que se verá recompensada con los más altos galardones, como el Premio Nobel de Fisiología y Medicina que recibe en 1906, pero también, en su aquilatado tiempo, es protagonista directo de la vida de Madrid. Paseante vocacional, vive al cabo de la calle, participa a diario en tertulias de café y acude con frecuencia al Ateneo. En su honor se construyen centros de investigación de muy alto nivel cuyo rastro todavía se puede seguir en una interesante ruta cajaliana, digna de algún tiempo de reflexión en cada jalón de la misma. Su memoria está unida a la pervivencia de su nombre en lugares de ciencia y saber, como el Hospital Universitario Ramón y Cajal, el Instituto Cajal o, también, el Instituto de Enseñanza Secundaria que lleva su nombre para ejemplo de los jóvenes estudiantes. Vivir en Madrid fue el objetivo de Santiago Ramón y Cajal pues intuía que la capital de su amada patria era, con sus centros de saber, el mejor destino en el que podía desarrollar la fecunda labor que le convirtió en el padre de la Neurociencia moderna.
La Real Academia Nacional de Medicina celebró la “II Semana Cajal” en el contexto de la reflexión de su etapa madrileña, la más amplia y fructífera, la que dejó rastro y huella en lugares que honran su memoria.
Prof. Javier Sanz.
Académico correspondiente de la Real Academia Nacional de Medicina
Comisario de la exposición