ARS LIBRORUM. El arte en el libro médico.
En las dos salas de exposiciones de la RANME se ordena esta exposición con un guión claro: planteamiento general de la misma y subdivisión en cuatro apartados: Portadas o Frontispicios, Retratos, Grabados anatómicos y Ornamentos, cada una de las cuales se ilustra con un texto explicativo que reproducimos ahora.
El texto introductorio viene a explicar el porqué de nuestro planteamiento. Y dice así:
Todo está en los libros. No sólo lo específico, lo propio, lo que ya anuncia el título. En los libros, depositarios del saber de cada época, se extiende o se compendia el discurso de quien tiene algo que decir, en este caso acerca de la Medicina, para mejor conocimiento del hombre en cuerpo, alma y sociedad, con el ánimo de procurarle a la larga un mejor vivir, previniendo, manteniendo, curando o recuperando su salud, que son al fin y al cabo los propósitos fundamentales del médico.
Ahí está todo, para cotejo de los que vengan detrás a escudriñar la Medicina que fue en cada momento. Pero esta especie de naves de papel no viajaron con las velas recogidas, a palo seco, sino que se acompañaron de ilustraciones de toda clase que conforman la presente exposición, ARS LIBRORUM. Algunas se anunciaron ya en sus frontispicios, otras en el interior, con los retratos de sus autores, con los minuciosos grabados anatómicos y también con los ornamentos que eran además de remate símbolo de tantas alegorías humanas y médicas. Todo ello, sin olvidar las encuadernaciones, constituye lo que podemos llamar sin exageración el patrimonio artístico del libro, que más allá de sus eruditas columnas y es el objeto de esta exposición que canta la belleza del libro. Porque no sólo de texto vive el lector, sino también de la belleza que acompaña a la edición.
A continuación, un texto explicativo individual introduce cada apartado de la exposición, de tal manera que el visitante pueda seguir los cuatro que la conforman sin necesidad de mayor ayuda, aparte de la que resumidamente puede proporcionar el díptico que a tal efecto se ha editado, como es tradición y norma en las exposiciones monográficas del MMIM.
Incluso en la propia portada, constituyen los ornamentos una fuente que no deja de manar incluso más preguntas que sorpresas. Suelen ser alegorías de la sabiduría, de la ciencia, de la medicina, pero no siempre, casi siempre tendiendo a la simetría. En no pocas ocasiones abrochan un capítulo con el sencillo fin de adornar por adornar, si bien con esmero. Y son numerosos, tantos cuantos nos queramos imaginar. El impresor no se conforma con cuadrar la caja del texto y pasar página, quizá por el horror vacui quizá por el propio amor a la edición pues basta inspeccionar los cajones de una imprenta de viejo para admirarse de los muy diferentes tipos, algunos labrados a mano en madera con el mimo de pequeñas esculturas. Se dice que la imprenta democratizó el saber. Cuánto mejor si, además, estimuló la sensibilidad, lo que se llama el gusto por la obra bien hecha, rematada en esos pequeños –que no tanto- detalles que pareciendo buscar un sitio en su día hoy se nos antojan imprescindibles.
El MMIM viene preparando las próximas exposiciones, que espera exhibir a lo largo del año venidero de 2020.